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Buenas Prácticas en espacios públicos
- abril 15, 2014
- Publicado por: moviendote
- Categoría: Educación
Nuestra aventura comenzó a las 7 de la mañana en la estación de autobuses de Garellano para coger un autobús con destino a Madrid. Tras 4 horas y media de viaje en primera fila conociéndonos un poco y alguna siesta que otra por el madrugón, llegamos a la estación de Avenida de América donde nos dirigimos al metro hasta llegar al aeropuerto de Madrid.
Desde allí y tras un almuerzo ligerito, tomamos un avión directo a Cracovia (Polonia) donde llegamos con un poco de retraso y con nuestro principal cometido; buscar las oficinas para cambiar dinero a “zlotys”, tras conseguirlo (tuvimos que irnos a la terminal de vuelos internacionales por la hora) cogimos un autobús que nos llevaba directas al hotel. Llegando a las 21 horas por lo que no llegamos a tiempo para la primera cena de bienvenida que el horario hostelero polaco imponía a las 19:30 como hora clave.
Después de dejar maletas en la que sería nuestra casa durante esa semana y acicalarnos debidamente para dar su correspondiente bienvenida a Polonia, salimos a eso de las 22h en busca de un lugar en el que cenar.
De casualidad, llegamos a la impresionante plaza “Rynek Główny” dentro del casco antiguo y nos pusimos manos a la obra en busca de un sitio donde cenar y ahí fue donde las dos compañeras de viaje empezamos a conocernos mejor. “Yo es que nunca pregunto, me gusta perderme y encontrarme” “Pues yo prefiero preguntar y que nos recomienden un lugar” ¡Y menos mal que preguntamos! Una amable joven nos indicó un pequeño restaurante a una cuadra de donde estábamos, abierto hasta las 3 am en el que teníamos que pedir una sopa típica polaca. Y allí fuimos, como unas valientes, pidiendo una sopa y un plato contundente que nos dijeron incluía patatas y ensalada por barba. Qué vergüenza pasamos cuando después de la “señora sopa” no podíamos comer nada más de todos los platos que ocupaban nuestra mesa. Nunca pensamos que los polacos comiesen tanto. ¿El precio? 14 zlotys, ¡lo que supone entre 3 y 4 euros! Y aquí fue donde nuestro amor por Polonia comenzó…
De allí, tras haber descubierto que nos encontramos en una ciudad donde el jazz estaba muy presente, nos desplazamos hasta un bar subterráneo cuyo cartel luminoso anunciaba concierto de jazz en directo, en el que tomamos un café mientras que el encanto del lugar nos envolvía con su luz y música. Pero como la vida no es un carnaval, pronto decidimos que era hora de retirada, pues el amanecer nos esperaba cargadito de actividades.
Al día siguiente, nos levantamos y fuimos en busca de uno de los sitios que el día anterior nos había llamado la atención para desayunar y a las 9:00 volvimos al hotel donde habíamos quedado con el resto de voluntarios.
Tras presentaciones, cogimos un autobús que nos llevó al ayuntamiento de Cracovia, desde el exterior, un edificio que resaltaba muy poco con los de alrededor pero fue su interior lo que realmente nos llamó la atención; techos altos trabajados con madera, pinturas y amplios espacios.
Nos dirigimos a una sala de reuniones donde nos recibieron varios representantes del ayuntamiento, quienes nos explicaron los futuros proyectos de la ciudad entre los cuales se encontraba la revitalización de uno de los distritos próximos a la ciudad “Nowa Huta”, una zona urbana donde se desarrollaba la industria metalúrgica de la ciudad, tal y como indica su nombre “Nueva metalurgia”, una charla muy interesante con proyectos muy importantes.
Tras la charla nos llevaron a conocer “Nowa Huta” donde la primera visita en dicho barrio fue un magnífico teatro cuyo director, Bartosz Szydlowski, nos embaucó con la presentación de lo que para él había significado volver a sus orígenes y reformar el edificio en el que nos encontrábamos. Como curiosidad, el edificio antiguamente eran baños públicos judíos y en la reforma se podían observar varios carteles antiguos entre los que se encontraba el cartel original que indicaba dichos baños públicos.
Salimos todos sonrientes y con el que sería para todos un gran recuerdo del viaje. Había algo especial en aquel teatro y en aquel director, aunque no supiésemos explicar el qué.
Tras una parada para comer en un restaurante tradicional comunista, nos recibió el primero de a bordo de las autoridades del barrio para llevarnos a una visita guiada, donde nos explicó cómo se había ido desarrollando Nowa Huta a lo largo de los años.
El punto álgido de la visita fue cuando paramos a ver un centro cívico y salieron a recibirnos con sus trajes típicos y cantando un grupo de señores y señoras locales. Nos invitaron a merendar en el centro, mientras nos enseñaban las fotografías que colgaban de las paredes e intentábamos comunicarnos como podíamos. Ellas en polaco y nosotras mediante señas (porque en vano era hablar español o inglés) las dos vascas de lágrima fácil aguantamos la emoción como pudimos. Salimos de allí no sin antes cargarnos con pedazos de bizcocho que las señoras habían hecho e insistían en que llevásemos con nosotras. Está visto que las abuelas son abuelas en todas partes, en Bilbao… ¡o en la China Popular!
El camino de vuelta hasta el hotel, mientras el sol se ponía en Cracovia, fue la ocasión de sentarse, recapitular todo lo ocurrido durante el día, suspirar y agradecer lo afortunadas que éramos por estar en ese momento en ese lugar. Pero los cánticos que la contraparte portuguesa se gastaba pronto nos devolvieron a la tierra. Volvimos al hotel con el tiempo justo para acicalarnos y salir a cenar. Esta vez, al barrio judío.
Una perfecta cena con una perfecta compañía, y extraoficialmente, mientras todos se recogían de vuelta al hotel, vascas y portugueses nos dejamos llevar por el barrio judío y buscamos en mitad de la noche alguna de las siete sinagogas que existen en el barrio. Y encontrarlas no las encontramos, pero sí que dimos con un bonito bar en el que sentarnos a charlar en portuñol antes de que el sueño pudiese con nosotros.
La mañana siguiente tocaba conocer la iniciativa ciudadana Smog Alert que denuncia los índices de contaminación en la ciudad y reunión de grupo para valorar las buenas prácticas que los polacos nos habían invitado a conocer, así como comenzar a planear la siguiente visita; Lisboa.
Esta era la última jornada oficial del encuentro, por lo que el goteo de despedidas se fue sucediendo uno tras otros. Nosotras, que seríamos las últimas en partir, aprovechamos desde ese momento y hasta nuestra vuelta para conocer hasta el último recoveco de Cracovia, incluyendo la visita a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau o alguna salida nocturna con encuentros inesperados incluidos, pero eso ya es otra historia.
Nos gustaría agradecer la oportunidad que nos han ofrecido no sólo de visitar este maravilloso lugar si no también de conocer a gente magnífica que ha hecho todo esto posible. Esperemos que continúen estas iniciativas y que muchísima gente pueda disfrutarlas gracias a la Asociación Moviéndote. ¡Hasta la próxima!
Natalia y Sandra
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